lunes, 14 de septiembre de 2015

Camino de mi “Gran Slam” particular – MAM/GTP/UTMB

Este 2015 está resultando un año extraño, presuntamente recuperado de la tendinitis rotuliana que condicionó todo el 2014, tocaba ver qué estado de forma y resultados se cosechaban.

La planificación de carreras daba un poco de vértigo pero aún con el subidón de completar todo lo programado el año pasado, a la espera siempre de ese primer bofetón de realidad, ansiaba sin ya los nervios de primerizo, la llegada de cada una de las carreras a las que tan fácilmente se apunta uno sentado frente al ordenador.

Resbalón en el Maratón de Barcelona, aunque la cagué por tomar lo que no debía, fui un poco justo para intentar el sub 3h… previsiblemente tenía aún tiempo para mejorar antes de meterme ya de cabeza en la montaña, pero con eso de que había tiempo...

Llegó Genaro, buena toma de contacto y prueba superada muy solventemente, lo que quizás hizo que sobrevalorara mi estado físico y me durmiese un poco en los laureles, para colmo me ofrecen un dorsal para la Maratón de Madrid y no pude decir que no. Típico argumento de la sin-razón que me domina… “no, si voy a ir tranquilo…”, pero casi cuatro horas de asfalto (y pese a pasarlo de miedo), no entienden de tranquilidad y el asunto, a los pocos días, me pasó factura, no sé qué de luxación en el tendón semitendinoso de la madre que parió a cañete que hacen volver a ese no tan viejo fantasma de las lesiones “inoportunas” (¿existirá alguna lesión "oportuna?).



No hay tiempo para parar, la Sunrise Trail Marathon Guadarrama es a primeros de Mayo, probamos el fin de semana anterior entrenando los últimos 10Km de la prueba… y el tendón dando guerra de la buena, pero hacemos oídos sordos y nos cascamos 42Km de trail dos semanas después de la Maratón de Madrid. Pese a los problemas físicos nos salen 5 horas y media aunque con el run-run de que algo no va bien, eso si, en la foto hay que aparentar que vas de puta madre... ;-P



Semana de fisio que me da luz verde para la “aventurilla” del fin de semana, entreno nocturno con Victor y Paco… la cosa se nos va de las manos y nos metemos 13 horas por el monte, justo lo que uno necesita para “recuperar”, pero aún necesito una semana más de hacer el burro para darme cuenta que tengo que parar sí o sí… me doy unos días de plazo, como si el cuerpo entendiese de este tipo de ultimátum, zapatillas bajo llave durante 8 días.



Como era de esperar, el descanso y el fisio hacen su trabajo pero no obran el milagro. Me pruebo en los 10Km de la carrera Popular de Hortaleza y compruebo que no he perdido tanto (hago un sorprendente sub 40’) aunque aún tengo molestias que por suerte, desaparecen después de unos minutos de esfuerzo.


… y así llegamos por fin a la primera cita realmente importante de la temporada montañera, la primera de las tres pruebas de este “Gran Slam” particular, el Maratón Alpino Madrileño, Piedra de toque para probarse de cara al Gran Trail de Peñalara.

De momento,  en esto de las carreras por montaña no dejo de ser primerizo… el año pasado corría por primera vez el MAM yendo con más miedo que vergüenza, y este año era el primero en el que repetía, así que experimentaba por primera vez lo que es correr una prueba sabiendo lo que te espera.

Resulta un alivio quitarse de la mochila los nervios de novato, el contrapunto es que también te dejas por el camino esa chispa de ganas que te da toda novedad… la cabeza tiene mucho más trabajo durante la carrera y ya si cabe, adquiere aún mayor importancia.

MAM - Maratón Alpino Madrileño

Me planteo la carrera con mucha prudencia y viendo que @Diegoserca estará en la salida me propongo pegarme cual garrapata a su grupeta de amigos con la idea de ir a un ritmo mucho más controlado.



… pero es dar la salida y perderles prácticamente de vista, vuelvo a comprobar lo mal que digiero los primeros kilómetros de cualquier carrera y especialmente si son de subida, voy  viendo a @Diegoserca en la distancia y solo le doy alcance cuando llego a los avituallamientos de Navacerrada y Bola del Mundo, menos mal que la bajada a Cotos me devuelve un poco el aliento, reponemos en el avituallamiento y encaramos la subida a Peñalara con algo más de alegría.


En las primeras rampas me extraña llegar tan pronto a la altura de @Diegoserca y más aún cuando le paso tan rápido. Me dice que no va muy bien así que yo sigo, aprovechando el buen ritmo que he cogido, quiero quitarme de encima cuanto antes esta segunda subida importante de la carrera, voy pensando en la hora que me llevó el año anterior, relativamente es un ratín cuando corres por la montaña, así que con eso en la cabeza la subida hasta se me hace corta. 
Coronado ya el pico Peñalara y sin tiempo para el relax nos ponemos en modo bajada, el cielo está muy negro y no me hace ninguna gracia la idea de correr lo que queda bajo la lluvia, así que no se puede parar mucho. 

Para mi sorpresa me encuentro con el grupete de colegas de @Diegoserca y me vuelvo a acoplar a ellos camino del puerto de Cotos… grande el momento en el que nos cruzamos con él, le hacemos el pasillo al más puro estilo Zegama, menudo subidón debió darle!!.

Resulta muy agradable un poco de charleta después de 3 horas de carrera bastante sufrida, voy pensando en lo bueno que sería poder aguantar así lo que queda, por lo que aprieto el culo y me adapto al ritmo del grupo… hasta que llegamos a la zona de las zetas donde nos ponemos en fila de a uno y a bajar como se pueda, que la cosa se pone muy rápida sin darse uno ni cuenta.


Mis rodillas responden y puedo bajar todo lo rápido que uno se puede permitir con ya tres horas y media de carrera en las piernas, y teniendo siempre en mente que aún queda la subida a Cabezas y casi otros 20Km por correr. Después de un par de tramos rápidos voy cogiendo confianza y la velocidad se incrementa, la pista tiene mucha piedra suelta y no es muy cómoda pero voy lanzando… en un momento de “relajación”, un pie que no levanta el vuelo lo suficiente, una piedra sólidamente agarrada al camino, lo siguiente pasa a la velocidad de la luz, pero en mi mente va a cámara lenta… ese pequeño contacto entre piedra y zapatilla hacen que pierda el equilibrio y me precipite violentamente sobre el camino empedrado, por suerte caigo en zona bastante despejada, pero el sendero no entiende de caricias y el raspón es importante. La caída es bastante violenta, aterrizo con  muñeca, codo y hombro a lo que se suman luego un par de volteretas para terminar de frenar a un lado del camino.
Me lleva un par de segundos reaccionar, justo el tiempo que tardan un par de corredores en llegar a mi altura y ayudar a incorporarme, además de recoger la mitad de la mochila que había perdido durante el revolcón. Evalúo daños mientras doy las gracias a los compañeros que han parado preocupados por mi caída, el raspón de la pierna es importante, pero la muñeca y el codo son el foco principal de dolor y encienden todas las alarmas… ¡¡Ay madre si me rompo algo con lo que tengo por delante!!. 


Reanudo la bajada medio andando medio corriendo mientras voy moviendo muy despacio muñeca y codo implorando al cielo para no sea nada, alterno los rezos a lo divino con improperios contra mi persona por no ir más atento, soy muy consciente del error cometido, ese instante de falta de concentración y exceso de confianza podría significar perder todo lo programado para el resto de la temporada.

Apenas pasan cinco minutos cuando veo un grupo numeroso de corredores parado a un lado del camino, otra caída… sorpresa cuando llego a su altura y veo que es @RunnerNovato, se constata que el camino es más complicado de lo que a simple vista parece y alivia en parte el peso de la culpa que traía conmigo. Por suerte parece que no hay daños serios y terminamos de bajar ya todos juntos a nuestro segundo paso por el avituallamiento del puerto de Cotos.

Visita rápida a la ambulancia de la organización para que limpien un poco el raspón de la pierna, comemos un poco y reorganizamos el coco para afrontar el último tramo de subida serio… el año pasado encaré esta parte como una moto y en poco más de una hora estaba coronando Cabezas de Hierro, pero la caída me había dejado un poco tocado el ánimo y si sumamos que a cada minuto el cielo tenía peor pinta, no me veía con mucho espíritu para apretar de la misma forma.

Salgo de Cotos a buen paso, en compañía de @vorjickcalderon con el que compartiré casi todo lo que queda de carrera (que no es poco), su compañía me da la chispa de motivación que había perdido y me acoplo perfectamente a su ritmo y vamos ganando altura y adelantando a muchos corredores que no han dosificado bien sus fuerzas y empiezan ahora a pagarlo… y es que la subida tiene rampas de ir casi a gatas y un último tramo con bloques de granito bastante complicado, la cosa además se pone de lo más dramática cuando empieza tímidamente a granizar, menos mal que la cosa no pasa a mayores y en unos minutos el tiempo vuelve a calmarse.



Coronamos sabiendo que ya hemos pasado lo peor, quedan un par de sube y baja hasta llegar a Guarramillas y ya lanzarse en bajada constante hasta la meta, así dicho parece poca cosa, pero son 14 kilómetros que al final se hacen eternos, especialmente horribles las dos subidas hasta Bola, las ves venir y se hacen interminables. Por el camino nos encontramos con el gran @Raimundo_Z que ha subido a animar pese a las inclemencias meteorológicas y así sin avisar nos pasa @MENENDEZDAVID a la velocidad del rayo, por mucho que intenté apretar para darle caza, me fue imposible ¡vaya ritmo llevaba!.

En el avituallamiento del puerto de Navacerrada decido tirar a saco, tengo piernas y sobre todo ganas de acabar pronto, así que me despido de @vorjickcalderon y encaro los últimos 6Km a un ritmo más que alegre… que frágil memoria tenemos que ya ni me acuerdo del galletón de hace un rato. 45 minutos me lleva este tramo, en el que sigo adelantando a muchos corredores, menuda diferencia respecto al año pasado, como penaliza el no poder bajar cómodo… más de 15 minutos recorté solo en este tramo.
Tiempo final 6 horas 58 minutos para los poco más de 44Km pero más de 5200 de desnivel acumulado y con tramos muy técnicos, 40 minutos menos que el año anterior, casi todo ganado en las bajadas… al final no estaba yo tan mal en la edición pasada, ni tan bien como esperaba en esta, muy exigente este Maratón pero creo que es de las pruebas que merece la pena repetir. Acabamos contentos y con moral de cara a la siguiente gran prueba del año, el GTP115, quince días y a darle de nuevo a las zapatillas, ¡esto no para!.



Gran Trail de Peñalara 2015

Dos semanas se pasan volando y más a estas alturas, en las que lo más sensato es bajar el pistón al mínimo y recuperar al máximo para llegar a la carrera a tope de energía y bien limpito de molestias. Obligada visita al fisio después de un MAM accidentado, supongo que la caída hizo que cambiara un poco el gesto al correr y cargué de más la pierna “buena”, costó un par de visitas relajar el isquiotibial izquierdo, jamás lo había tenido tan cargado, pero en principio no había motivo para preocuparse, hay margen para recuperar.

A tres días de la carrera las sensaciones no pueden ser mejores, quizás demasiado… ni siquiera siento esos nervios previos, el cúmulo de elementos positivos a mi alrededor hacen que sienta una inquietante confianza. Cierto es que no tengo la presión del año pasado, donde tenía la imperiosa necesidad de terminar la carrera de cara a acumular puntos para el UTMB, a esto le añadimos lo bien que se dio el año anterior (pese a ir tocado) y que iba a tener buena compañía (@vikitornieto y @Fco_Gazapo) me hacían olvidar lo que significa una carrera de estas dimensiones. Que fácil resulta perderle el respeto al mundo ultra, normal que luego nos llevemos esos bofetones…

La cosa empieza a torcerse cuando @vikitornieto no recupera de una sobrecarga y tiene que tomar la dura decisión de no tomar la salida, para colmo, en otro acto de inconsciencia, un día antes me voy a un evento de Salomón a “pasar la tarde” y me encuentro corriendo 8Km por el centro de Madrid a toda castaña, subiendo y bajando escaleras y todo por una camiseta de diez pavos y un par de refrescos… resultado, el viernes me levanto cojeando con el soleo más duro que el palo de un churrero, aquí el amigo se llevó unas zapatillas minimalistas pensando que el rollito no pasaría de un simple paseo y le salió el tiro por la culata.

Empiezan los sudores, a las doce y media de la noche la salida y estoy con un dolor de los que preocupa y mucho. Ni el hielo, ni el rulo de auto masaje ni los rezos al santo patrón del trail hacen que la cosa cambie un ápice… empiezo a aceptar que la he cagado por gilipollas.
Preparando la mochila empiezo a plantearme que no tiene sentido alguno pensar si quiera en correr en este estado, pienso en un plan B, C, D… cualquier alternativa me retuerce el alma, no sé si es sensato salir así y joderme más, pero me siento tan estúpido que al menos he de tomar la salida, intentarlo y ver hasta donde puedo llegar sin joderme más de la cuenta.

Marta se apiada de mí y hará las labores de chofer, comento mis intenciones y le pongo en pre aviso, ‘muy probablemente no llegue más allá de Rascafría’, aunque en esos momentos pensaba ya en lo ambicioso de dicha empresa.

Llego a Cercedilla cuatro horas antes de la salida pero entre que recojo el dorsal y termino de organizarme se me pasa el tiempo volando, tengo ya muy asumida mentalmente la situación y el momento en el que abandonaré la carrera, así que destierro los momentos de nerviosismo previos a la salida y disfruto de una animada charla en una terraza junto a @vikitornieto, @rocio_burgos y @rafacastill0. Saldré aún más tranquilo sabiendo que @Fco_Gazapo tiene nuevo compañero de viaje, su plan de carrera dista mucho de mis precarios y parciales objetivos, así que se plantea una larga y solitaria noche de carrera.



… y llega el momento de la verdad, las 00:30, suena con fuerza AC/DC para acompañar la salida de la carrera, pistoletazo de salida y vamos abandonando en lenta procesión el pueblo de Navacerrada camino del primer gran escollo de la carrera, “La Maliciosa”. El ambiente en la salida hace que me olvide por un momento de todo, disfruto como un enano de esos tres efímeros minutos de gloria, los gritos y ánimos de la gente hacen que te sientas capaz de todo… hasta que la oscuridad te engulle, empiezas a recobrar la consciencia y a darte cuenta de lo que tienes por delante. La amplia pista de la Barranca ya me pone en mi lugar, miro atrás y no cuento más de 15-20 luces de frontal, empiezo a darme cuenta de que esto se va a hacer muy largo y penoso.

No fuerzo un ápice intentando proteger al máximo mi maltrecho sóleo, pero incluso andando, en cuanto alcanzamos las primeras rampas, el músculo se queja y molesta, no hay calentamiento que valga, ya sé que esto no va a ir a menos,  me preocupa y mucho que la cosa empeore antes de lo que tenía pensado y tenga que abandonar incluso en plena noche.

Dos horas clavadas para coronar la Maliciosa, muy malas sensaciones que minan mucho la moral, lastra un mundo todo el mal rollo que he ido acumulando desde la salida y me cuesta encontrar motivación para encarar la incómoda bajada que nos espera, el único punto positivo es que bajando no siento mucho el tema del sóleo, un poco de aliento para que esto no se haga tan lastimoso.

Eterno descenso hasta llegar al primer avituallamiento, han pasado casi cuatro horas de carrera y me asaltan multitud de sensaciones contradictorias, sigo con media cabeza pensando en la molestia del sóleo, pero la otra mitad empieza a hacer algo de contrapeso una vez superada esta dura parte de la carrera y viendo que a peor, no vamos…

Apenas descanso cuatro minutos y emprendo de nuevo la marcha, a rajatabla la rutina de hidratación y nutrición, no vayamos a torcer más aún las cosas. Hace un calor que cualquiera diría que son las cinco de la madrugada, acojona pensar lo que se nos viene encima cuando salga el sol, razón de más para no olvidar el agua cada quince minutos y la pastilla de sal cada hora.

Este segundo tramo hasta el avituallamiento de la Hoya de San Blas resulta algo menos calamitoso, el camino es algo más cómodo y ya va uno haciéndose a la idea de los ritmos y tiempos de carrera… dos horas y no llegamos a los 10Km, pero el coco no da para más, así que las piernas obedecen a pies puntillas.

Son las 6:15 de la mañana cuando llego al puesto de control, ya empieza a clarear y eso da otro pequeño empujón de moral, me siento tranquilamente y reviso mi previsión de tiempos de paso, solo voy cinco minutos por debajo de lo que planifiqué delante del ordenador, sorprendido me quedo, otra palmadita en la espalda para afrontar la subida al puerto de la Morcuera, me lo tomo con mucha calma antes de retomar la marcha, prisa no llevo, así que doy buena cuenta de todo lo que se ofrece en el avituallamiento.

Ya sin el molesto frontal en la cabeza la cosa se hace mucho más agradable, puede uno evadirse a ratos mirando el camino que tiene por delante y disfrutar un poco del paisaje que te rodea, la pista es ancha y cómoda para andar a buen ritmo cuando se sube y trotar ligerito los tramos de bajada (que no son muchos pero se agradecen). Encuentro ese delicado equilibrio entre esfuerzo y disfrute que no había sido capaz de experimentar en las ya más de siete horas de carrera, hasta que llega de nuevo el caos. 

Comienza la última parte de ascenso al puerto y llego al cruce en el que se incorporan los corredores de la TP60 que salían de Miraflores a las 7 de la mañana. Resulta desconcertante la avalancha de corredores que llegan pidiendo paso, uno intenta mantener cierta dignidad avivando ligeramente el ritmo, pero acabas echándote a un lado para no molestar. Por el camino me pasan como el rayo @anitacfuller, @alma_cupcakes, @lucasheras, @jlbasalo apenas puedo siquiera saludarles del ritmo que llevan.
Se me acaba atragantando esta parte de subida, en ocasiones me invade incluso el cabreo por la falta de respeto de algún que otro corredor que casi te avasalla por no esperar cinco segundos a que el sendero le permita pasar sin apuros y lo peor estaba por llegar, ¡¡madre la que había montada en el avituallamiento!!.


Resulta casi imposible hacerse un hueco para coger algo de comer, los voluntarios no dan abasto incluso para repartir el agua, así que me armo de paciencia y me lo tomo con filosofía, entre el follón saludo a @Diegoserca, que lleva toda la noche siguiendo la carrera y animando al personal, sí que tiene mérito el asunto. También veo un par de camisetas de los @Drinkingrunners, me acerco y ahí está @rafacastill0 con otro amiguete y con bastante buen ánimo, se me va el santo al cielo entre tanta charla y se me van quince minutos en el avituallamiento.

Mientras termino de prepararme para volver al tajo hago un breve balance de lo que llevo de carrera, veo que no he ido ni un minuto cómodo, el dolor en el sóleo aunque no va a más, resulta molesto y no me ha dejado disfrutar apenas. La próxima parada es Rascafría, punto de no retorno, en ese momento tengo bastante claro que mi carrera acaba allí… intento ver lo positivo del asunto, habrá sido como un buen y largo entreno y no me joderé más de lo que estoy. El argumento me resulta suficientemente satisfactorio y no me torturo más, esta es quizás la parte más agradecida de toda la carrera, 14km de pista en ligera bajada en los que uno puede, si quiere, no dejar de correr.

Apenas he empezado a bajar veo a lo lejos un grupo de 4-5 corredores muy de verde chillón que me resulta familiar, aligero e intento darles caza, pero no soy capaz de recortar distancia sin tener la sensación de ir forzando, el sóleo molesta bastante y vuelve el run-run a la cabeza, definitivamente no está siendo mi carrera.

Gracias a que el grupo se detiene un momento, soy capaz de darle alcance y comprobar muy gratamente que se trata de @gdedios666, @ArantxaTrail, @rafacastill0, fantásticos @Drinkingrunners del TP60, para mí un bote salvavidas en medio del océano, los kilómetros que quedan hasta el avituallamiento los paso charlando animadamente, aunque he de reconocer que en ciertos tramos las paso un poco putas para poder seguir el ritmo que llevan (incluso me quedo un poco rezagado antes de entrar a Rascafría).

Diez horas de carrera y no sé qué ha pasado en estos últimos kilómetros que empiezo a no tener claro el tema del abandono, verbalizar mi situación, mis dudas y recibir tanta confianza de terceros en tu capacidad para superar el bache hacen que tenga que replantearlo todo de nuevo. Es cierto que físicamente no me he castigado apenas y que he recuperado algo el ánimo, además el tema del sóleo sigue estable para mi sorpresa y he empezado a asumir ya ese dolor como algo natural sin que afecte a la moral, estoy cumpliendo con la planificación pese a todo, así que… ¿Por qué no intentarlo?.



Abortamos operación retorno, llamo a casa para informar de mi decisión y me preparo física y mentalmente para lo que viene. Cuarenta minutos más tarde, después de comer bien, cambiarme de ropa y del postureo obligatorio retomamos la marcha con la moral por las nubes, pero con un calor de mil demonios y unas cuantas horas ya en la patas.

Mi compañía retomó carrera bastante antes que yo, muy mal se les tendría que dar para volvernos a ver antes de coronar Peñalara (allí se separaban los recorridos del TP60 y GTP115), así que el resto de la carrera se planteaba ya en solitario. No me asusta el tema, sorprendentemente llevo bastante bien la soledad en carrera ni siquiera tengo la necesidad de ponerme música, cada maestrillo tiene su librillo y yo tengo mis herramientas para distraerme y no rallarme en exceso.

Siguiente parada, puerto del Reventón, el tramo más feote de la carrera, la mayor parte por pista que va serpenteando montaña arriba sin una sola sombra, así que el sol castiga lo suyo y el subidón con el que salí de Rascafría pasa a mejor vida, lo que hace que me cuestione y mucho si fue acertada la decisión de seguir adelante.

La subida se hace eterna y llego al avituallamiento salvado por la campana, en ese punto al borde de la desesperación por no ver el fin del suplicio que estaba suponiendo el maldito puerto, pierdo casi veinte minutos con respecto a la planificación más conservadora, lo que da muestras de que no voy nada bien. Tengo que sentarme diez minutos para retomar el aliento y rearmarme para lo más duro de la carrera, hay 18 Kilómetros hasta el siguiente avituallamiento en la Granja, pero antes hay que subir a Peñalara y pasar dos veces (de ida y vuelta) por la cresta de Claveles, y por si fuese poco, le metes más de 30º a las dos de la tarde… vamos un panorama de lo más atractivo.

No hay marcha atrás (aunque más de uno ya vi que daba la vuelta para volver a Rascafría a retirarse) llenamos bien todos los depósitos de agua y nos ponemos manos a la obra, para hacer más digerible mentalmente esta parte me centro primero en llegar a Peñalara, 8 kilómetros que se antojan duros pero sobre el papel, más o menos manejables.

Y de manejables nada de nada, después de una hora empiezo a notar un bajón físico tremendo, los geles, gominolas y barritas energéticas no han paliado el vacío que siento ahora en el estómago, síntoma de que algo no he hecho bien. La hora y cuarto que tardo en coronar Peñalara es un durísimo martirio, más aún cuando te cruzas con los corredores que ya descienden camino de la Granja, soy capaz de leer en sus miradas… “lo que te queda aún, chaval…”, agacho la cabeza, evito las referencias visuales, todo parece estar tan lejos… 



Veo el final del túnel cuando por fin llego a la cresta de Claveles, lo paso casi a cuatro patas de lo mal que voy, solo pienso en llegar arriba, sentarme un rato y comer algo, ese es mi único pensamiento y motivación, y cómo lo saboreo cuando lo consigo.



Dos horas y cuarto para ocho kilómetros… tela lo que he sufrido, diez minutos me tomo de respiro para comer y beber, a ver si se obra el milagro y recupero algo las fuerzas porque la bajada hasta la Granja se antoja dura, para colmo los pies se han sumado a la fiesta y por no parar a su debido tiempo y desalojar las puñeteras piedrecillas que se meten en las zapatillas, ahora tengo serios indicios de ampollas, pero no estamos para sacar el hospital de campaña e intentaremos aguantar hasta llegar al avituallamiento.



Otra vez en marcha y pensando que los diez kilómetros que tengo por delante no son para tanto… ¡¡Ay amigo!!, descender 1200 metros de desnivel por caminos de cabras te hacen cambiar muy rápido de opinión, olvida uno rápido el esfuerzo que supone subir porque después de diez minutos va uno acordándose de las benditas cuestas. Pero como asume uno ya el sufrimiento después de dieciséis horas de carrera, te tragas lo que venga y más, la cabeza ahora es el auténtico motor del cuerpo y las piernas, elementos inertes que asumen, cual mulo de carga, la tarea de seguir avanzando.

Intento correr cuando el terreno lo permite, pero no aguanto más de un par de minutos, los pies se quejan bastante y con lo que queda aún por delante hay que barrer para casa y guardar lo que uno bien pueda. El balance cuando llego por fin a la granja no puede ser más demoledor, he tardado más de dos horas para bajar de Peñalara, un total de cuatro horas y media desde que dejé el Puerto del Reventón, llego hecho un trapo pero con una sensación de alivio inmensa.

Increíble el trato de los voluntarios que vienen y van, trayéndote agua y comida, necesito algo más que un respiro para seguir adelante, aunque a estas alturas y ya con menos de 35 Kilómetros por delante, mi mente no alberga duda de que esto lo acabamos, si o si.



La media hora que paso en el avituallamiento se me va entre picoteos varios y revisión de ampollas, que así a simple vista no es tan grave como pensaba, pero no dejo que la cosa se alargue más de la cuenta porque las ganas de acabar son mayores que la necesidad de descansar. Echando cuentas, me quedan dos tramos de unos 12 kilómetros antes de llegar al último avituallamiento y que supone la última parte importante de subida de la carrera, dos más dos, cuatro horas más o menos para finiquitar prácticamente el tema… que fácil resulta el asunto sobre el papel.



Me calzo de nuevo las zapatillas y salgo con una falsa sensación de frescura que después de diez minutos desaparece, definitivamente los pies van jodidos y los isquiotibiales empiezan a dar señales de sobrecarga, si le unimos que el tema del sóleo sigue ahí perenne, me conformo con ser capaz de caminar a ritmo alegre, sacando 6 kilómetros a la hora (10 min x Km) cumplo con los objetivos marcados. Aunque el terreno pica ligeramente en subida, caminamos paralelos al río por los agradables caminos de Valsaín, rodeados durante un gran tramo por domingueros que nos miran extrañados desde sus sillas de playa con una cerveza fría en la mano, me reservo el comentario que me viene a la mente cuando alguno comenta la jugada con el familiar de turno…



Según lo previsto, dos horas más tarde, llego al avituallamiento de la casa de la Pesca, un tanto desesperado por las múltiples molestias que no me dejan siquiera trotar, tienes que mantener la cabeza fría para asumir tus limitaciones pese a que el terreno da para correr bien a gusto.

El ambiente es tan distendido en el avituallamiento que me acomodo demasiado, me siento, como, bebo y hasta le doy de nuevo un repaso a mis pies intentando minimizar las ampollas que ya han comenzado a aparecer por no haber tomado medidas a su debido tiempo. Casi un cuarto de hora que me sienta de maravilla y vuelve a darme aire para dar otro pasito más, este de casi doce kilómetros, muchos de ellos de subida, hasta el último avituallamiento en el puerto de Navacerrada.

Son cerca de las ocho de la tarde cuando vuelvo a retomar el paso, con las cuentas de la vieja en mi cabeza, hay que intentar mantener el ritmo del último tramo para llegar con las últimas luces del día al puerto, si esta no es suficiente razón para no dormirme en los laureles, Marta me estará esperando para darme el último empujón (y luego llevarme de vuelta a casa…) y no está nada bien hacer esperar a la parienta.

Aprieto al paso aprovechando que este primer tramo es sobre pista asfaltada y el desnivel a salvar es constante pero relativamente suave, el breve descanso y el retoque de pies me permiten avanzar a un ritmo alegre pero no lo suficiente para cumplir con la planificación, la noche se me echa encima ya en el tramo del Camino Smith, tal es la desidia que lleva uno encima a estas alturas de carrera que cualquier cosa supone un gran esfuerzo y aguanto casi dos kilómetros sin sacar el frontal intuyendo apenas el camino y con las luces del puerto como única guía.

Por fin llego al avituallamiento, no es la meta pero lo siento como un grandísimo triunfo, es como ese aperitivo que te ponen antes de empezar a comer…  Lo saboreo sin agobios, quince minutos en los que me siento y como otro poco mientras Marta, impaciente y con frío, me mete prisa para que acabe ya de una vez, me da la risa cada vez que me acuerdo de la cara de los voluntarios del avituallamiento escuchando como me azuzaba. Ya que voy a tener que correr un poco, me quito de encima todo el material no obligatorio que sé no voy a necesitar de aquí a la meta (barritas, geles, manguitos…), ni siquiera recargo líquido.

Poco más de 9 kilómetros a meta, un poco de subida y luego todo bajada hasta llegar de nuevo al pueblo de Navacerrada, la sensación de que ya está hecho desaparece con ese primer tramo de subida, el cuerpo te recuerda que ya llevamos más de 22 horas de tute y tienes que volver a asumir que te queda otra hora y media de “no pasarlo bien”. Quince minutos para superar la puñetera rampa hasta el collado, otro pasito más, kilómetro y medio menos… ahora a bajar rapidito.

Después de mucho tiempo corriendo en solitario, en el descenso cojo a un grupo de 4 corredores y me uno a la procesión, porque parecemos un paso de semana santa, no hay intención de apretar y más con el terreno que tenemos delante,  mucha piedra suelta, oscuridad y cansancio, torturan cuerpo y mente, esperamos la pista de la Barranca como agua de Mayo.

Es coger pista y aparecer la magia, veinte kilómetros atrás ya me parecía imposible siquiera trotar, ahora vuelo (si es que se puede decir que uno vuela corriendo a 6’ el kilómetro). Animado por la posibilidad de bajar de las 24 horas y picado con uno de los corredores del grupo con el que inicié la bajada, los últimos cuatro kilómetros se hacen en una especie de nébula en el que aunque todo duele, nada te para. 

Las emociones empiezan a desbordar el vaso, instantes que te hacen sentir que todo lo pasado ha merecido la pena, nunca nada me ha hecho sentir de una forma más clara eso de “saborear el fruto del esfuerzo”, “la recompensa del sacrificio”… es el embrujo de la Ultra distancia.

No hay baño de multitudes para el popular que llega a horas intempestivas, quizás el único amargor del caramelo que supone llegar a meta, menos mal que yo tengo quien me espera, alienta y felicita.

 


GTP2015, 23 horas 58 minutos y 53 segundos para cubrir los 115Km y unos 5000 metros de desnivel positivo (y sus respectivos 5000 negativos, que joden lo suyo…), se dice pronto… como el buen vino, hay que dejar que respire y repose para saborearlo en todo su esplendor.


Mucho he aprendido de esta nueva ultra-experiencia, la perseverancia va calando en mi cabeza y se le va cogiendo el truquillo a eso de gestionar los altibajos que todo corredor sufre en mayor o menor medida. 

Pese a las dos horas de más con respecto a la edición anterior, me siento especialmente orgulloso, convencido estaba de no acabar la carrera y fui capaz de sobreponerme a la machacona idea de la retirada y terminar de una forma más que digna y bastante entero, muestra de ello es que a los dos días ya estaba de nuevo entrenando sin muchas molestias.

No hay tregua, el tiempo apremia, empieza el vértigo viendo lo que se nos viene encima… dos de tres, hay que rematar la faena… ¡a lo grande!, ¡¡NOS VAMOS AL UTMB!!

Continuará…


3 comentarios:

  1. He aprendido algunas cosas leyendote. Gracias por compartirlo!

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  2. madre mia he tardado dos dias en completarlo! eres muy grande chavalin, casi tanto como incosciente.

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