jueves, 23 de octubre de 2014

Ultra Trail Guara Somontano, un “paseo” por el filo de la navaja…

… y es que los previos de esta carrera no auguraban nada bueno, quince días antes había corrido mi segunda Madrid-Segovia y más que los kilómetros, lo que me pasó factura fue el estómago, cuatro días sin poder apenas comer y más de una semana para recuperar cierta “normalidad” intestinal. Ya de partida, correr dos ultras de más de 100Km en quince días no es para nada, buena idea, pero para todo hay una explicación y aunque estoy un poco mal de la cabeza, la locura tenía cierta “disculpa”. El cambio en el sistema de puntos para poder optar a participar en el UTMB (Ultra-Trail du Mont-Blanc) me obligó a buscar, a mitad de junio, una carrera que me permitiese obtener puntos suficientes para entrar en el sorteo del 2015 (ideas que tiene uno con eso de la crisis de los 40). Me lo jugaba todo a una carta, ya no tenía margen de error, sin los 3 puntos de esta carrera tendría que esperar, como poco, un año más y la paciencia no es precisamente mi punto fuerte…

A mi favor, contaba con la experiencia de Transvulcania y GTP, dos carreras a las que llegue con lo puesto y que fui capaz de finalizar a base de dosificar muy bien mis escasas y mermadas fuerzas, pero hasta dos días antes de la prueba, no empecé a creer que estaba preparado para afrontar lo que se me venía encima.

Otra vez las prisas para prepararlo todo, el jueves me dan las tantas analizando la carrera, planifico a ciegas, ya que no conozco el terreno y estimar ritmos solo mirando el perfil es como jugar a la lotería. Intento ser lo más prudente posible calculando tiempos, y así a priori, el “Excel” me da unas 19 horas de carrera… madre, da vértigo solo pensar en ello…

El viernes es de locura… hay que trabajar, terminar de hacer la maleta y poner rumbo a Alquezar, y así en un plis plas me veo recogiendo el dorsal a media tarde, paseíto por el pueblo y a empaparse del ambiente de la carrera, hubo tiempo hasta de un poco de postureo en el photocall …


Después de un muy interesante briefing de la carrera, donde nos desvelaron los puntos calientes de la misma, cena del corredor y vuelta al hotel, que nos tocará volver a madrugar un sábado más (esto es sin duda, una vez más, lo peor de las carreras).



A las 5:30 arriba, repaso que no se me olvide nada y volvemos a Alquezar (estaba alojado en un pueblo a diez minutos en coche). A esas horas no hay desayuno que valga, así que tiro de parte de mi bollo energético preferido (Gatosport de chocolate) y rezo por encontrar un bar abierto en el que pueda tomarme al menos un café para engañar al estómago.

Pese a que llego una hora antes del inicio de la carrera, me cuesta aparcar, el pueblo no es muy grande y entre las tres modalidades de carrera seguro que nos juntamos más de 700-800 corredores, muchos con familia incluida… así que ambiente, no falta!. Me dirijo a la línea de salida, donde podremos dejar la típica bolsa con “víveres” que podremos recoger en un avituallamiento más o menos a mitad de carrera, y que sorpresa que me encuentro a un chaval que conocí en la Madrid-Segovia (no esperaba encontrar a nadie conocido), charla con café incluido en un bar justo en la zona cero, el mejor previo de carrera que he tenido en mi vida, sin pasar frio, sentadito y de charleta hasta prácticamente cinco minutos antes de la salida, ganas de correr, ¡cero!.


Vemos movimiento de corredores, así que toca prepararse, pasamos el control de chip y casi sin tiempo para mucho más un petardazo marca el comienzo de la carrera (que premonitorio). Empezamos el primer tramo, aún de noche, todos con el frontal encendido, sé que voy demasiado abrigado (además de la camiseta, llevo una térmica de manga corta y manguitos) pero prefiero pasar un poco de calor al principio y tener que parar, que quedarme frío, y es que, saliendo en la parte final del pelotón, enseguida llegan los tapones y el ritmo degenera bastante, así que no entra uno en calor tan fácilmente. 
Primeros 8,5Km que pasan rápido, pese a que enseguida nos metemos por estrechos senderos que nos obligan a ir en fila de a uno, me acomodo fácilmente a los lentos ritmos de la cola, solo adelanto cuando el camino ensancha un poco, y es que, mis comienzos de carrera no son para tirar cohetes, pese a que, extrañamente, me encontraba inusualmente cómodo. Pronto dejamos de necesitar la luz del frontal y poco después asoman los primeros rayos de sol. El día está totalmente despejado y pronto empieza a sobrarme la mitad de la ropa que llevo encima, así que ansío llegar pronto al primer avituallamiento para ponerme un poco “cómodo”.

Asque – Km 8,6 / 1h18’

Aquí la gente prácticamente ni para, pasar el control y poco más… yo en cambio tengo que reorganizarme un poco que voy sudando como si estuviese en el desierto a 50 grados. Guardo el frontal, los manguitos y me quedo únicamente con la camiseta, así ya es otra cosa, nos despedimos de los voluntarios y otra vez en marcha… sin olvidar, por supuesto, el rutinario protocolo de hidratación/alimentación. Me da un poco de miedo tomar el primer gel, temo por mi estómago, no sé si va a aguantar otro tute similar al de quince días atrás, aguanto la respiración y pa dentro… respiro hondo y no le doy muchas más vueltas, que pase lo que tenga que pasar.

Salgo del primer avituallamiento con la sensación de haber ido muy lento, pero mirando la planificación, los tiempos han salido clavados, lo que me da un subidón de moral, apenas siente uno desgaste y pocos tramos de la carrera tienen un ritmo muy superior a este, así que, en un alarde de utopía irresponsable, piensa uno que la cosa pinta bien.

Este tramo es de los rápidos, descendemos hasta el cauce del rio Vero por un fino sendero para recorrer la espectacular ruta de las pasarelas, que remonta el río y luego asciende para llegar de nuevo al pueblo de Alquezar. Entre que uno va aún fresco, que el trazado es cómodo para correr y que las vistas son ESPECTACULARES, voy con una sonrisa de oreja a oreja, disfrutando como un niño pequeño con cada zancada, paso media hora en una nube, se agradece que estos tramos estén a estas alturas de carrera, cuando uno aún es persona y puede disfrutarlos de verdad.



Alquezar – Km 14,3 / 2h11’

Avituallamiento completo para comer y beber cuanto uno quiera, aunque aún es pronto para que el cuerpo te pida “chicha”, relleno bidones y me “alimento” con mucho cuidadito, tengo que mimar el estómago para que no me dé ningún disgusto, de momento la cosa no va mal, el primer gel ha entrado bien y ahora ya es cogerle el gusto, lo acompañamos todo de una pastillita de sal que estamos sudando mucho y hay que reponer. Hacemos una llamadita para informar de que “todo va bien” y nos ponemos de nuevo en marcha, madre la de cosas que he hecho en apenas 5 minutos, vamos como el reloj de la puerta del sol, “ON TIME”.

Siguiente tramo, empieza el “mambo”, casi 12 kilómetros con 850m de desnivel positivo, ahora empezaremos a ver realmente como está el cuerpo, salimos ya del pueblo subiendo como condenados, rampas de esas que te obligan a tirar bien de bastones, pero a mí esto de subir “me pone” y voy a muy buen ritmo. Una hora prácticamente de subida continua, y de pronto algo empieza a molestar, el gemelo izquierdo, justo donde se inserta en la corva de la rodilla, acabé con bastantes molestias en esa zona después de la Madrid-Segovia, no le di demasiada importancia, en una semana habían desaparecido, pero el tema se metió en mi cabeza como elefante en una cacharrería. Con 80Km por delante, aquello era un “ZAS en toda la cara”, la moral de pronto por los suelos, a estas alturas de carrera, una molestia así, si va en aumento, es algo que sabes, no te va a dejar acabar. Me dan ganas de darme la vuelta y volver al pueblo, pero pienso que si me retiro, casi que mejor lo hago en Rodellar, donde tengo la bolsa y hay servicio de transporte de la organización… que triste, que pronto ha terminado todo. Llamo a Marta, necesito desahogarme, y que alguien me dé un poco de apoyo, y más cuando es la primera vez que tienes que abandonar… ufff, paso un rato bien jodido, voy andando pese a que tenemos unos cuantos kilómetros de descenso por delante, la cabeza puede más que las piernas.


Cinco minutos para dejarse de lamentaciones, algún día tenía que pasarme, y los problemas físicos son lo que son, el UTMB tendrá que esperar, y no pasará nada… porque esto lo hacemos para divertirnos, para ser un poco más felices, y si no se puede, ¡pues no se puede!, ¡ya se volverá a intentar!.

Ya he empezado a correr un poco, sigo enfrascado en mis pensamientos y el caso es que tardo un tiempo en percatarme de que, esa molestia, de momento, sigue ahí pero no va a más… así que, disfrutemos de lo que queda de carrera ¿no?

Viña – Km 26,3 / 4h05’

Avituallamiento muy concurrido, es punto de cruce de las tres carreras, así que hay overbooking para rellenar bidones y pillar algo de fruta para darle algo al cuerpo además de los geles y otras porquerías energéticas. Parada técnica, revisión rápida de calzado (a quitar las chinitas que se van metiendo en las zapatillas) y de nuevo ¡a bajar!. El camino va serpenteando dejando el río Isuala siempre a la izquierda y atravesando numerosos afluentes como el barranco Viña, el Cerigüelo, el de Pallás y el de las Capillas. Todos ellos conocidos en el mundo del descenso de barrancos, otro tramo de esos de “flipar”, un poco incómodo por la cantidad de piedra suelta, pero muy agradecido por las vistas que ofrece.



La pausa del avituallamiento y lo entretenido que voy bajando como las cabras, hacen que me haya olvidado un poco de todo, por primera vez, empieza a agrietarse la férrea idea de retirarme en Rodellar, y ahora, la cosa ha cambiado a… “si y solo si, no hay molestias, intento acabar”, así que sigo a lo mío, sin darle muchas más vueltas a la cabeza, pensando ahora solo en llegar al siguiente avituallamiento, son poco más de 8Km, un pequeño “descanso” antes de encarar la parte más “heavy” de la carrera.

Collado de Las Almunias – Km 34,4 / 5h27’

Llego al avituallamiento con una motivación inesperada, más de cinco horas de carrera y voy fresco como una lechuga y pasándomelo en grande, no quiero soltarme demasiado, pero si esto sigue así, aquí no se retira ni Perry Mason!!. No sé qué ha pasado con el gemelo pero ya no hay ni rastro de esa molestia que me tuvo en jaque un par de horas atrás. Me entretengo un poco más de la cuenta, pero tampoco es que me importe demasiado, he ido como una moto y voy casi una hora por encima de los tiempos previstos… esto es la leche, no termino de creerme cómo ha cambiado el panorama, gel, bollito y pastilla de sal al canto y salimos casi derrapando del subidón de glucógeno que nos hemos metido pal cuerpo.
Aunque el tramo es de los duros, se me pasa en un santiamén escuchando música, tema no muy aconsejable, porque tiendes a fliparte y asumes ritmos demasiado intensos. Mirando ahora los tiempos, sin duda este fue mi mejor tramo, le di fuerte en la subida y fui a cuchillo en la bajada, hacía mucho tiempo que no bajaba con tanta decisión y seguridad, sin duda la mejor hora de carrera que recuerdo en todo este año de penitencia.

Rodellar – Km 43,9 / 7h18’

Las dos de la tarde y llegamos al avituallamiento estrella, ambientazo por todo lo alto, gran parte del pueblo en la calle para ver el espectáculo, mucho de ellos comiendo en las terrazas de los bares, algún valiente se animaba incluso a tomar una jarraza de cerveza… si yo hago algo así, creo que no podría volver a arrancar. Punto de encuentro entre corredores y familiares – amigos, aquí de momento, casi todo son buenas caras, sonrisas y comentarios positivos, no llevamos ni la mitad de la carrera… ay si esto lo ponen 30 kilómetros después!!.

Recojo la bolsa y empezamos con el ritual de cambio de zapatillas y eso que con las Salomón había ido de lujo, pero no quería arriesgar nada y sabía que las innov8 no iban a darme nada de guerra. Con lo que aprieta el calor, toca cambio de camiseta, aunque hay que meter en la saca algo de abrigo que luego se nos hará de noche y no tendremos más de 10 grados por estos parajes. Meto más de lo que saco, así que llevo la mochila a reventar… sigo sin entender cómo se las apañan estos que van con una simple riñonera, sin duda, tema a estudiar.

Pese a las horas que son, apenas tengo apetito y me conformo con un poco de bollo y un gel, me asomo a ver qué hay de comer, pero no hay ganas, lo intento con un trozo de pan y jamón, pero al final solo soy capaz de ingerir unos trozos de sandía, de momento el tema no me preocupa porque no hay molestias estomacales, y mientras me sigan entrando los geles y las barritas energéticas, entiendo que no debería tener bajones por falta de “gasolina”, así que no demoramos más el tema y volvemos al camino tras casi 25 minutos de “descanso”.



Ahora sí que viene la parte “divertida” de la carrera, ya nos avisaron en el briefing de la dureza de este tramo, con tres subidas no muy largas, pero intensas, aunque lo peor, no nos lo contaron, y es que el calor hacía estragos. Tenemos por delante 14 kilómetros hasta el siguiente avituallamiento, las tres de la tarde, zona montañosa, pedregosa, con arbustos que apenas superan el medio metro, una triste gorra para protegernos del infierno que teníamos sobre nuestras cabezas. No soy consciente del ritmo al que consumo líquidos, y cuando quiero darme cuenta ya me he bebido más de la mitad de lo que llevaba y aún no había cubierto ni un cuarto de esta etapa, así que no me queda otra que empezar a limitar la ingesta de agua e isotónico.

Primera dificultad montañosa superada, la bajada es igual de pronunciada que la subida, hay que ir con cuidado que hay mucha piedra suelta, pero el tema es que nos hemos quitado ya una de tres, mal asunto si vas pensando mucho en lo que te queda, y no es que vaya mal de piernas, pero el calor castiga mucho y más si vas con la mochila bien cargada (la espalda se convierte en un reguero de sudor nada agradable).

No  hay tregua, enseguida comenzamos a subir otra vez, y aunque el panorama es espectacular, con formaciones rocosas de lo más curioso, el sofoco impide disfrutar de lo que uno tiene delante. 



Son las cinco de la tarde, hace ya dos horas que dejé atrás el avituallamiento y apenas me queda ya medio bidón de agua, empiezo a tomar consciencia de que no voy bien, esta segunda subida del tramo es interminable, voy tirando más de brazos que de piernas, apoyándome en los bastones como si me fuera la vida en ello para poder seguir avanzando, me siento tan sofocado que me da por mirar las pulsaciones que llevo… ¡¡casi 160 y voy andando!!, aquí algo no va bien definitivamente. Tengo que ir engañándome cada poco para no parar, seguir andando aunque sea a paso de tortuga, pensando en que pronto bajara ya el bochorno y volveremos a sentirnos bien, pero la cosa se pone más fea aún y empiezo a sentirme mareado, me entra un acojone de espanto, porque estoy más solo que la una en medio de la nada, sin cobertura y apenas con un cuarto de litro de agua. Me echo la mano al bolsillo de la mochila para coger un gel y comer un trozo de bollo, quiero pensar que es un bajón de azúcar y que con esto calmaremos el temporal… llevo la boca super seca y con el trozo de bollo que intento masticar, se monta una que tengo que tirar de la poca agua que tengo para salir del “atasco” que había montado, así que ahora estaba del todo jodido, no tenía muchas referencias de donde estaba, pero mínimo que tenía otros 45’ antes del siguiente avituallamiento.

Por suerte la cosa se calma un poco tras cinco minutos de crisis, las pulsaciones vuelven un poco a valores aceptables y ya no siento ese mareo que tanto me asustó, así que ahora solo pienso en salir cuanto antes de este tramo, deseando que las temperaturas empiecen poco a poco a suavizarse según avance la tarde. No pienso en el tema agua para no agobiarme, pero no me queda más de medio trago entre los dos bidones, hay que ponerse en modo “diésel” o no llegamos…

Quince minutos más tarde, termino esta segunda subida infernal, hemos superado un momento complicado, de esos que nunca había experimentado antes, y quieras que no, y aunque faltaba un buen trecho por superar, la sensación de “hemos salido de esta vivos” me da moral para recuperar de nuevo un poco el buen rollo de la primera parte de la carrera, incluso vuelvo a trotar al ver un grupo de corredores a los que he alcanzado en esta última parte de subida.



Volvemos a recuperar el control de la carrera, ya sin tanto calor, con el chute de energía de los geles y teniendo a la vista a otros corredores la cosa pinta de otro color. Transitamos ahora por un tramo bastante llano, ya con algunos tramos de sombra, espero que hayamos pasado ya lo peor, voy pensando, cuando me encuentro a otro corredor tumbado en medio del camino, encontrarse algo así, impresiona bastante, aunque cuando llego a su altura veo que la cosa no es tan grave como parecía, yo aún no lo sabía, pero este “runner” sería mi compañero de penurias durante el resto de la carrera… pero no adelantemos aún acontecimientos. Le pregunto por su estado y me dice que necesitaba tumbarse un rato, pero que estaba bien, le ofrezco geles, pero ya me dice que lleva de todo, así que retomo la marcha deseándole suerte para lo que queda.

Llegamos al pueblo abandonado de Otín, el tema del agua ya me agobia un poco, aunque no llevo sensación de sed, sé que voy deshidratándome, voy a tener que tirar un poco para alcanzar al grupillo que llevo delante y pedirles un poco de agua… y en esas estamos cuando entre casa y casa veo que están todos parados junto a unas mesas de la organización ¡¡CON AGUA!!, madre que subidón que me da ver este “control sorpresa”. Saludo al personal y aún frotándome los ojos para creer lo que estoy viendo, bebo y relleno los bidones de este preciado líquido, ¡qué alivio!.

La pareja de voluntarios nos comentan que el próximo avituallamiento no está ya lejos, así que volvemos al camino, y ya no solo con los bidones cargados, la moral vuelve a estar por la nubes, en teoría hemos pasado ya lo peor de la carrera.


Nos dirigimos hacia las fajas de Mascún, otra zona más de esas que quitan el hipo, con algún que otro tramo delicado, no puedo evitar sacar el móvil y hacer fotos, ¡que rabia que se me haya olvidado la Go-Pro!, ¡esta carrera tiene tramos de película!, y ahí vamos móvil en mano, correteando, buscando la instantánea perfecta, cuando hago lo que siempre te dicen que no hay que hacer en montaña, andar sin mirar al suelo… en plena faja piso en falso y me voy al suelo, a mi izquierda un vacío de más de 600m, me salen las uñas como a los gatos y ahí me quedo un par de minutos con los huevecillos como almendras viendo la que se ha podido armar.


Tardo un buen rato en recuperar un poco aliento y el pulso, está claro que en esta carrera, no ganamos para sustos. Corramos un tupido velo y como si no hubiese pasado nada, aunque cuando vuelvo al correteo, me doy cuenta de que con la tensión del momento algo ha empezado a molestarme a la altura de la tibia, poco para lo que podía haberme pasado!.


Letosa – Km 58,7 / 10h54’

Por fin llegamos al avituallamiento, tres horas nos ha llevado este tramo de la muerte… así que cojo asiento junto a un árbol que nos merecemos cinco minutitos de relax, descanso justo el tiempo que lleva quitarme las zapatillas y sacar las piedrecillas que iban jodiendome desde hace ya un rato. Sale el grupete de corredores que llevaba delante, junto con el aquel “runner” desfallecido con el que me había cruzado y que llego un par de minutos más tarde al avituallamiento, no me demoro mucho que quiero ir con ellos este tramo, necesito un poco de compañía después de horas sin apenas mediar palabra.

A estas alturas de carrera es difícil no hacer cuentas, los kilómetros ya restan y, aunque sabes que queda un mundo y puede pasar de todo, empiezas a imaginar ya la meta. Quitando esa molestia en la zona de la tibia, la verdad es que voy bastante bien de piernas y los pies no me han dado nada de guerra, así que, si todo sigue así, puedo darme con un canto en los dientes…



Los poco más de 7Km que tenemos hasta el pueblo de Bellostas, donde está el segundo avituallamiento completo de la carrera, pasan rápido en compañía. Voy charlando animadamente con el grupo, comentando el infierno por el que hemos pasado, y viendo que no soy el único que ha tenido problemas en ese tramo, más tarde, los voluntarios de carrera nos confirmarán que mucha gente abandonó por el calor.

Bellostas – Km 65,9 / 12h20’

Bien caída la tarde llegamos al pueblo de Bellostas, parecía que no, pero me han hecho daño los últimos kilómetros de bajada del tramo, me doy cuenta de ello cuando intento sentarme, los isquios empiezan ya a quejarse y esa molestia en el tibial está pasando a mayores, incluso le pido a una voluntaria un poco de réflex a ver si aliviamos un poco el dolor.

Toca reorganizar de nuevo todo el material, hay que abrigarse y sacar el frontal, la noche se nos va a echar encima durante el siguiente tramo, además debería intentar comer algo sólido, así que hago de tripas corazón y me como un poco de pan con jamón, sin gana alguna, ya empiezo a sentir que el estómago no está para muchas alegrías, pero quizás lo que más me preocupa es lo mal que llevé, quince días atrás, el que se hiciese de noche, temiendo una reacción similar ahora. Me abrigo bien para que el frío no me pasé factura y salgo decidido del avituallamiento, aún con algo de claridad, mis compañeros de tramo se han desperdigado, unos ya salieron y otros aún, aprovechando la amabilidad de los voluntarios, remolonean evitando lo inevitable… hay que seguir corriendo.

Arranco monte arriba, solo, pero con ganas de liquidar lo que nos queda de subida, tramo largo el que tenemos por delante, diez kilómetros y algo más de 600D+, llegaremos al punto más alto de la carrera, luego ya, en teoría lo que queda es terreno “favorable”. Apenas media hora después de empezar a correr, hay que encender ya el frontal, en diez minutos pasamos a la oscuridad total, se acabó el disfrutar del entorno, tu mundo se reduce a un pequeño círculo de luz, ya no tiene sentido alguno mirar al horizonte, así que cabeza abajo y a intentar no tropezar con las piedras (tarea realmente difícil).

Por suerte mi compañero “el desfallecido” se une a la fiesta, salió poco después que yo del avituallamiento y me cuenta que le ha costado un mundo cogerme, jejeje… y es que iba yo muy a mi rollo sin darme cuenta de lo “alegre” de mi ritmo. Vamos juntos, pero esta vez ya no hay conversación que valga, hay que ir concentrado en el sendero, que es bastante incómodo y no da un metro de tregua.

Cuando estoy ya pidiendo la hora, un pequeño grupo de luces aparece monte arriba, diez minutos más y tengo que bajar el ritmo, han sido casi dos horas intensas de cojones.

Collado de Pedro Buil – Km 75,7 / 14h23’

Busco desesperado una silla en la que apoyar el trasero, por suerte el avituallamiento está poco concurrido y puedo “pillar cacho”, me doy un par de minutos para recuperar el aliento antes de intentar beber y comer algo, aunque lo primero que hago es abrigarme un poco más, me pongo el cortavientos y me acurruco contra la mochila mientras intento, malamente, comer un poco de bollo energético. Finalmente desisto y me tomo un gel, parece que el estómago ha dicho basta y no admite más que líquidos y gracias.

Miro los tiempos y la cosa aún va bastante bien, casi media hora por debajo de lo planificado, pese al tiempo que perdí con el “pajarazo” y lo que me he explayado en los avituallamientos, los ritmos que he ido sacando en cada tramo han sido mejor de lo esperado, echando cuentas, si son las diez de la noche y he calculado que llego a las dos de la mañana, en poco más de cuatro horas, podría liquidar el tema… dicho y hecho, nos ponemos en pie y a correr, que el tramo que viene ahora da para ello.
He perdido de vista a mi compañero de fatigas, ha salido pitando, como la mayoría de los que llegaban. 

Es fácil quedarse frio si te quedas mucho tiempo parado en el avituallamiento y así salgo yo, pajarito, me cuesta un mundo entrar en calor, de hecho, ni me he quitado el cortavientos, así que diez minutos después de empezar a correr, estoy sudando, pero me da tanta pereza parar y quitármelo que aguanto con ello, a estas alturas ya cuesta un mundo tomar cualquier tipo de decisión que implique el mínimo esfuerzo, intento concentrarme en correr con el mínimo esfuerzo posible, pero empiezo a encontrarme un poco mal, el estómago se ha puesto en pie de guerra y empiezo a tener náuseas, bajo un poco el ritmo esperando que la cosa se calme, pero todo lo contrario, ahora empiezo a sentir escalofríos, pie a tierra y empezamos a andar, lo cosa no da para más, ahora todos mis esfuerzos se centran en controlar las náuseas, el sudor frio sigue ahí, golpeando mi mermada moral, reaparecen los fantasmas que pensaba, había dejado ya muchos kilómetros atrás. Si esto me pasa en el kilómetro 90, pues llegamos como sea, voy lamentándome, pero se me hace un mundo pensar que tengo que ir así durante, como poco, cuatro horas más.

Empiezo a perder la noción del tiempo y del espacio, apenas me doy cuenta de que mis ojos se cierran involuntariamente, voy dando bandazos, lado a lado de la ancha pista por la que ahora transcurre la carrera, me noto vacío, llevo demasiado tiempo sin comer algo sólido y el último gel me sentó como una patada en… el estómago, de echo creo que aún está ahí decidiendo si va o no va.

Engaño al cuerpo de vez en cuando con pequeños sorbos de agua porque el isotónico incrementa las náuseas, así me mantengo no sé muy bien durante cuánto tiempo, miro el GPS buscando referencias, 80Km, en dos debería llegar al avituallamiento, pero al ritmo que voy, eso supone al menos media hora más de agonía.

Veo una luz de un frontal al borde del camino, me acerco a interesarme y cuál es mi sorpresa que vuelvo a ver a mi amigo totalmente desfallecido, con la cara desencajada y pidiendo, no tiempo muerto, sino el final del partido. Le ofrezco ayuda, pero ya le advierto que voy casi igual de mal que él, casi que me dan ganas de sentarme a su lado, pero ya me dice que necesita sentarse un rato porque no puede más, no deben quedar más de diez minutos para llegar al avituallamiento, le comento que cuando llegue, aviso para que vayan a buscarle, apenas escucho lo que me dice, si no arranco pronto, me quedo allí tirado con él.


Mesón Sevil – Km 83,9 / 15h55’

Oigo el motor de un generador a lo lejos, y poco después las luces del avituallamiento, casi se me saltan las lágrimas cuando veo a los voluntarios que se acercan a recibirme viendo el lamentable estado en el que llegaba, me ofrecen una silla y allí caigo desplomado, soy un peso muerto, no me quito ni la mochila, solo quiero que se me pase un poco la angustia que tengo en el estómago. Casi se me olvida hasta comentarles lo de mi compañero de fatigas, pero cuando estoy relatando lo ocurrido, veo que se acerca, brazo en hombro de otro voluntario, y ahí dejan a mi lado, vaya dos almas en pena. Lo de las voluntarias de este avituallamiento es de otro mundo, yo solo veía a mi madre multiplicada por 6, ellas son las responsables de que saliésemos vivos de allí. A mi compañero, que tardó casi cinco minutos en volver a la vida, le dieron de todo, al principio no quería más que una manta, y un coche que le llevase de vuelta, porque decía que ya no seguía, que estaba roto, pero después de un par de calditos calientes, un poco de tomate, butifarra y yo que se más que le dieron, ya empezó a decirme que, joder, ya que había llegado hasta allí… Yo a los quince minutos, y viendo los milagros del caldo caliente, decidí pedir uno y tomármelo con mucha calma. Sinceramente no pensaba en nada, ni en retirarme ni en seguir, solo quería volver a encontrarme bien, pero la realidad era que así no iba a ningún sitio, y menos aún con casi 20 kilómetros por delante.

Viendo que había cobertura, llamé a Marta para volver a desahogarme un poco, después de veinte minutos el panorama era desolador y sus palabras iban acordes con lo que la cordura dictaba en ese momento, aun así me agarraba a la posibilidad de que la cosa mejorase, quedé en llamar un poco más tarde para informar de mi decisión… y milagrosamente, cinco minutos después, estaba escribiendo un wasap diciendo “seguimos adelante”.

¡Bendito caldo caliente!, después del primer vaso y pasados unos minutos, mi cuerpo me pedía un poco más, incluso algo sólido para acompañar, así que me hice con un trozo de pan y en cuestión de diez minutos estaba otra vez pidiendo guerra. Me dije a mi mismo que había que rematar la faena, tenía por delante un tramo largo de casi 14 km pero casi todo en bajada y sin prisa alguna, ya que no había control de paso hasta meta, tenía margen de sobra para llegar incluso andando muy tranquilamente.

Me despido de mi compañero, le doy ánimos y le digo que tenga un poco de paciencia, que lo mismo recupera las fuerzas como yo, aún no me creo que media hora después, esté otra vez en carrera.

Pista forestal ancha y “cómoda” para correr (ese era el plan para este tramo), pero aunque las náuseas han desaparecido, no quiero forzar lo más mínimo la máquina, además llevo ya la tibia con un dolor importante y constante que se acentúa en cuanto intento trotar un poco, un paso ligero es lo más que puedo dar dadas las circunstancias.

Intento distraerme cómo puedo, con estos ritmos el tiempo pasa muy despacio, como poco tengo dos horas y media hasta el siguiente y ya último avituallamiento de la carrera, así que es muy importante distraer la cabeza para no entrar en un bucle de desesperación. Siento pasos detrás de mí, pronto la luz de un frontal me da caza, “hola compañero” escucho en la penumbra, ¡coño!, si es mi amigo “el desfallecido”, este hombre tiene siete vidas. Ahí estaba el tío, más fresco que una lechuga, andando a mi lado como si no le hubiese pasado nada. La siguiente hora la pasamos comentando todos los detalles de lo que nos ha ido pasando durante las últimas 16 horas, nos hemos escapado por poco y ahora ya, avanzamos bastante decididos hacía meta, aunque aún sin cantar victoria, no vaya a ser que el destino nos tenga preparada alguna otra “sorpresita”.

A la hora y media de caminata, mi cuerpo comienza de nuevo a dar síntomas de flaqueza, vuelven las náuseas y en consecuencia, un mal estar generalizado, que me obliga a reducir un poco el ritmo. Mi compañero se despide al ver que voy quedándome, él tiene aún carrete para trotar un poco, nos decimos “hasta luego” aunque sé que difícilmente volveré a coincidir con él, al menos ya en carrera.

La siguiente hora, de nuevo las paso putas, más solo que la una, y el cuerpo pidiendo ya clemencia, además la noche lo hace todo aún más monótono, tan solo se adivina, muy a lo lejos, lo que deben ser las luces de algún pueblo de la zona.


Radisquero – Km 97,1 / 18h46’

Tras dos horas y media, por fin, después de subir una pequeña cuesta, nos topamos de frente con Radisquero, pueblo donde está el último y tan esperado avituallamiento. Un grupo de unos diez voluntarios nos esperan como agua de Mayo, el goteo de corredores debe ser ínfimo y nos tratan como si fuésemos supervivientes de un apocalipsis. No hace falta que les diga nada, ya solo con la mirada enseguida me acercan una silla y me echan por encima una manta. Otra vez manos a la cabeza, intentando controlar las náuseas y pensando que hacer para poder cubrir los poco más de cinco kilómetros que quedan para meta.

Pregunto por el mágico caldo caliente, pero aquí de eso, no tienen. A cambio me ofrecer un vaso de chocolate caliente, a bote pronto digo que no, la simple idea del tema dulce me provoca rechazo, pero después de un par de minutos, cambio de opinión y pido un poco, eso sí, ya que lanzó el órdago, que sea de los buenos, acércame también un trozo de ese bollo tan apetecible que he visto sobre la mesa. Muy amablemente me acercan mi vasito de chocolate junto a un generoso trozo de una especie de trenza de crema, y al tema, poco a poco, al principio sin mucha gana, poco tiempo después estaba repitiendo. Cinco minutos después, con tres buenos trozos de bollo y un par de vasos de chocolate, nos ponemos de nuevo en marcha, otro “milagro” más, y espero que sea ya el último…

Aun cuesta pensar que puedes conseguirlo, en otras circunstancias cinco kilómetros no da ni para calentar las piernas, en ese momento se me hacía un mundo. Definitivamente me era imposible siquiera trotar y lo más que podía aguantar era un ritmo de 12 minutos el kilómetro, lo siguiente es ya ir a cuatro patas, pero el caso es que al menos tenía la cabeza en su sitio y gestionaba bastante bien esa mezcla de agonía y sufrimiento, de vez en cuando, mezclaba todas esas malas sensaciones con la idea de cruzar la meta y conseguía nivelar la balanza para no caer en la desesperación por la hora que aún me quedaba por cubrir.

En mi cabeza, solo hay cabida para la ansiada imagen de Alquezar de noche, iluminada, idílica estampa que anuncia el final de la carrera. No son cómodos estos últimos kilómetros, primero por pista ancha, pero en generosa pendiente, luego ya serpenteando por senderos y estrechos caminos empedrados, hasta que al fin, ya se empieza a intuir que estamos llegando al pueblo, aún tardamos un rato en divisar sus luces, pero sin duda, la espera merece la pena. Es en ese momento, apenas a kilómetro y medio del final, cuando puedo decir al 99%, que llego, que esto, ¡¡lo acabo!!.



Intento trotar entrando en el pueblo, pero es imposible, ya veo las estrellas a cada contacto con el suelo, aunque sinceramente, me da igual entrar corriendo que andando en meta, no tengo que aparentar ni esconder nada a nadie, así que doblo la última esquina que me lleva a esa calle, donde hace ya casi veinte horas salimos para completar este tremendo ultra.

Tímidos aplausos de un par de corredores y gente de la organización, son las tres de la mañana y las calles son un desierto, no hay subidón, no hay lágrimas de emoción ni grito de desahogo final, solo una tremenda sensación de alivio y paz al cruzar la meta… me cuelgan la medalla y me obsequian con un generoso abrazo.


Alquezar – META – Km 102,3 / 19h57’

Dadas las horas que son y que no hay nadie con quien cruzar palabra, como alma en pena, me dirijo de nuevo pueblo arriba, a coger el coche y poner rumbo a mi hotel, toda una odisea lo que pasé hasta que me pude meter en la cama, ya solo entrar y salir del coche era todo un espectáculo, no digo nada lo que me costó meterme en la bañera, este es otro de los inconvenientes de estas carreras, no dejas de sufrir ni cuando has acabado…



REFLEXIONES POST-CARRERA

Durante las cuatro horas de viaje de vuelta a casa y pese a mal dormir 5 horas, va uno dándole mucho al coco sobre todo lo vivido, pensado en los pocos aciertos y en los muchos fallos y sobre todo pensando en lo inapropiado de locuras como esta, en como subestimamos esfuerzos tan titánicos y sobrevaloramos nuestras capacidades en función de experiencias ya pasadas. Espero haber aprendido bien la lección, correr dos carreras de más de cien kilómetros en quince días no es una locura, es una temeridad (al menos para un corredor popular como yo) y más aún sin haber recuperado convenientemente.



El recuento de daños finalmente no fue para tanto, tan solo una tendinitis del tibial anterior (por la inflamación, tardé más de una semana en volver a ver mi tibia de nuevo) y las típicas agujetas que en un par de días habían desaparecido. Quince días de reposo obligado, que no forzado, porque sinceramente, no quería volver a calzarme unas zapatillas de correr.

Pero no sé qué es lo que tiene este deporte que tanto engancha, que no me ha hecho falta más que un par de entrenos para volver a sentir esas ganas locas de correr allí donde se tercie, ya sea un 10K, un maratón, un ultra… un año de trail intenso, quizás no el mejor para empezar (por lo salvaje que ha sido), pero en el que he aprendido mucho, sobre todo, de mí mismo, de lo que soy capaz de lograr con dedicación y esfuerzo (y un poquito de huevos y cabezonería).

El año que viene más… y espero que mejor… al menos ya tenemos billete de lotería para el UTMB del 2015.

¡¡¡QUE SIGA LA FIESTA!!!

miércoles, 1 de octubre de 2014

Madrid - Segovia 2014, ¿repetimos?...

Un año ha pasado ya desde mi primer ultra, la Madrid – Segovia fue mi bautizo en la distancia y por eso siempre será algo especial, no dude un instante en incluirla en la lista de carreras del 2014 y el mismo día que se abrieron las inscripciones, me hice con un dorsal.





El verano fue, por motivos de fuerza mayor (tendinitis), bastante más flojo en entrenamientos que el año pasado, pero no es que eso me preocupara en exceso, esta ha sido la tónica general durante el año y hemos ido sobreviviendo, si además añadimos las buenas sensaciones con las que terminé el GTP110 a finales de junio, la carrera se planteaba de una forma bastante más relajada que aquella primera edición llena de nervios e incertidumbres.
En dos semanas (4 de octubre) otra ultra me espera (y esta es de las serias – 102Km/6000D+), así que la idea de salir a cuchillo a mejorar tiempos, quedó completamente descartada. Tomé la decisión de unirme a un grupeto de Drinkingrunners, capitaneado por el gran Alberto Barrantes y disfrutar de la carrera en buena compañía sin presión de tiempos ni ritmos.
Estaba tan confiado y despreocupado, que prácticamente no me puse a pensar en la carrera hasta que empecé a ver en Facebook y twitter las típicas fotos de la gente recogiendo el dorsal, así me pilló el toro… un viernes previo de locura, corriendo a recoger mi numerito y a organizar todo el material, me dieron las doce de la noche y aún no había metido las cosas en su sitio, se me había olvidado el tiempo que lleva decidir, desde la ropa que vas a usar, y la que vas a cambiar en Colmenar y Cercedilla, hasta los geles, barritas, sales y demás mierdas energéticas que vas a ir tomando a lo largo de cada punto estratégico de la carrera.


Suena el despertador, son las 6:15 AM, madrugón y carreras son dos términos que van “desafortunadamente” de la mano, después, el ritual de siempre, desayuno como si no hubiese mañana y a embadurnarse bien de vaselina antes de ponerse calcetines, camiseta, pantalones… hay que salir más suave e hidratado que el culito de un bebe.
Llego a plaza de Castilla después de una conversación de lo más curiosa con el taxista (no se creía eso de ir “corriendo” hasta Segovia), no hizo falta decirle donde tenía que parar, a los runners, se nos ve fácil con esos colores “discretítos” que vestimos. Dejo las tres mochilas de supervivencia en sus respectivos camiones (Colmenar, Cercedilla y Segovia) y empiezo a buscar caras conocidas. Desde este momento, y ya durante toda la carrera, mi mente es un ir y venir de recuerdos, comparo inconscientemente las sensaciones vividas con las que experimento de nuevo, los nervios que me atenazaban antes de salir hace un año, y lo curiosamente relajado y despreocupado que estaba ahora.

Los encuentros se suceden y hacen mucho más amena la espera hasta el pistoletazo de salida, ya tengo localizado a mi grupeto, nos hacemos las fotos de rigor y vamos avanzando hacia el arco de salida. Cuando me quiero dar cuenta ya hemos arrancado, esto ha empezado, cuesta hacerse a la idea de los kilómetros y horas que nos quedan por delante.

A diferencia del año anterior la salida es relajada y pausada, en la parte trasera del pelotón, hay mucha gente y nos hemos desperdigado un poco, ¡no pasa nada, no hay prisa! (es el pensamiento que más repetiré durante toda la carrera).

Rodamos muy, muy tranquilos, lo que sumado al rollo zen que llevaba encima me hace sentir plenamente confiado en lo bien que va a ir todo (aaamigo, anda que esto no es largo…). Unas veces con unos y otras con otros, las conversaciones van alternándose y el tiempo y los kilómetros pasan desapercibidos, llegamos al primer avituallamiento (1h58’ – 15,75Km), apenas unos minutos para sellar el control y empezar con la rutina programada, en esta primera parada, plato único, gel “antioxidante” sabor limón (arcadas me dan ahora solo de pensar en meterme otro de esos al cuerpo), tres minutos y volvemos al tajo, no sin un poquito de postureo previo cortesía del gran Sinichi Sasaki (¡qué grande, está en todos lados!).



El siguiente tramo, hasta Colmenar, se me va que ni me entero. En el grupo se aprecian algunos gestos de preocupación, si no se va cómodo en estos primeros kilómetros hay que tener la mente muy fría para no hundirse viendo todo lo que queda por delante, la gente arropa como puede con frases de ánimo y animar la conversación también ayuda a distraer la mente cuando vas jodido.
Iremos bien acompañados hasta Colmenar, más amigos se incorporan en algunos tramos y corren con nosotros unos kilómetros, ¡más que un grupo casi somos una banda!... yo me lo estoy pasando teta, seguimos trotando a ritmos muy suaves que apenas desgastan mis reservas.


Entramos en colmenar un poco desperdigados, la cuesta del cementerio quita el hipo (y algo más…) y cada uno la sube a su ritmo, sabiendo que tendremos tiempo de reagruparnos en el avituallamiento, este mucho más relajado, ya que aprovechamos para hacer la primera parada en boxes (3h29m – 26,83Km). Cambiamos camiseta, calcetines y zapatillas (cambio a mis salomon sense), no quiero que me pase como el año pasado, que llegué pidiendo tiempo muerto a Cercedilla. Viendo lo que condicionan unos pies jodidos, hay que poner mucho mimo y cuidado en ellos, los limpiamos, secamos y embadurnamos bien de vaselina.
De menú, un primero rico, rico… pastel de chocolate energético made in “mi casa” y cortesía de Overstim (Gatosport), esto sí que ha sido todo un descubrimiento y permitidme que me explaye un poco en ello, porque me tiene super enganchado (¡¡estoy como loco por que llegue la siguiente ultra para comerme otro!!). No es otra cosa que un bizcocho de chocolate que viene preparado para mezclar con agua y hornear… luego lo haces trocitos y te lo vas comiendo durante la carrera, pero es que está de miedo… es negro como el carbón de todo el chocolate que lleva… si te gusta el dulce… ¡esto crea dependencia!. De segundo tenemos un gel, esta vez de frutas del bosque, y de postre nos tomamos una pastillita de sal para ir reponiendo lo que se nos va sudando. Y todo ello lo “regamos” con un buen “caldito” típico de los runners, isotónico de Cantio. Después de cinco minutos estas como el conejito de Duracell. Nos dejamos casi veinte minutos, pero ahí está el mantra “¡no pasa nada, no hay prisa!”.

Arrancamos con nuevos aires y el grupo se siente de nuevo compacto y con confianza, aunque la cosa no dura demasiado, nos volvemos a dividir a los pocos kilómetros, Jose y Alberto se quedan un poco rezagados, no quieren forzar nada viendo que no acompañan las sensaciones. En una hora hemos llegado a un nuevo punto de avituallamiento (Puente Medieval – 4h49m – 34Km) y nos reagrupamos de nuevo, parada técnica para sellar el control y poco más, breve aperitivo en forma de gel de limón y unos gajos de naranja que me ofrecen los siempre amables voluntarios (¡fuerte aplauso a estos héroes sin dorsal!). Para mi sorpresa me encuentro con un par de amigos con los que iré coincidiendo durante toda la carrera, ¡que buen rollo que da encontrarte con gente conocida que te anime durante la carrera!, ¡Ole Ricardo por los huevos que le echas y mil gracias a Eva por los ánimos y las risas en cada encuentro que tuvimos!.

Otra vez en marcha y ahora con ganas, que viene una parte de las que recuerdo, más molona de la carrera, en especial esa pista final que termina a los pies del pueblo de Manzanares, de las que bajas “a tumba abierta”, y con unas vistas increíbles de la pedriza. Voy como una moto y me despego del grupo (pidiendo permiso :-P ) para dejarme ir por esos caminos “a lo que me den las piernas”. 



Poco más de otra hora hemos empleado para llegar al punto de avituallamiento de Manzanares el Real (42,78Km – 6h11m), aquí nos espera otro nutrido grupo de “animadores oficiales”, alimento moral si vas un poco tocado y si no lo vas, también. ¿Y aquí en Manzanares, que se come, señora?... pues hijo, te va a tocar más de lo mismo. De primero otra ración de bollito de choco energético, y de segundo es que no tenemos más que gel de limón. De postre comeré un poco de fruta, que apetece (y la pastillita de sal, que no falte), rapidito que nos vamos, en cinco minutos estamos de nuevo en marcha.
Este tramo transcurre a los pies de la pedriza, muy bonito y sin mucho desnivel, por lo que nos permitimos el lujo de ir ligeritos. Alberto va más animado y esta vez marchamos compactos, el día está nublado, perfecto para correr, todos cruzamos los dedos para que los nubarrones negros hacia los que nos dirigimos, no descarguen… yo sé que no hay de qué preocuparse, finalmente metí el chubasquero en la mochila, las leyes de Murphy no fallan, seguro que si lo dejo, nos cae la gota fría.
Ana, Diego y su hija nos acompañan un rato hasta que nos adentramos ya en caminos menos amigables, aunque no transcurre mucho tiempo hasta que empezamos a ver las primeras casa de Matalpino, siguiente avituallamiento.

Llegamos al control casi con media carrera hecha (50Km – 7h28m), y aquí, nos lo volvemos a tomar con calma, que la cosa lo merece (“¡no pasa nada, no hay prisa!”). El avituallamiento está bien surtido de alimentos “solidos”, aquí solo tengo planificado un triste aperitivo en forma de gel de “fresco” limón, pero pronto quedo prendido de unos pequeños sándwiches de jamón york y queso de los que hago acopio sin miedo alguno, pierdo la cuenta de lo que ingiero, pero es que es el primer bocado de comida “normal” que pruebo después de casi una “jornada laboral”. Quince minutos para cargar bien, bien las pilas… hemos tenido tiempo de fotos, wasaps, Facebook, twitter y casi un cuarto de crónica :-P. Hacemos informe de daños y a pensar que Cercedilla está ya a tiro de piedra. Alfonso va un poco preocupado con un dolor en el tobillo, pero parece que lo tiene controlado, Alberto sigue luchando contra viento y marea, problemillas físicos y la cabeza no acompaña, todos le animamos para que tire esperando que la cosa mejore, Rafa estira los isquios pero comenta que no hay problema, y Gema, dándole patadas a las piedras… pues al final alguna uña negra que te llevas. Yo, de momento, impoluto, ¡que gusto de carrera si llego así a Segovia! (ay amigo la que te espera…).



Pese al tiempo y distancia que acumulamos, salimos con buen ánimo y ritmo vivo, todos tenemos en mente que se acerca la temida subida a la Barranca, pero dadas las buenas condiciones la cosa no termina siendo para tanto. En este tramo apenas corremos así que se nos va casi hora, el tiempo y los kilómetros se acumulan (9h5’ – 59Km) pero la cabeza ya va restando en vez de sumando, lo que viene ahora es un “paseo” hasta Cercedilla. Esta parada debería ser corta, pero Alberto necesita un respiro, la cosa ya pinta fea, cada cual se busca su hueco para tomar un poco de aire, estirar un poco y comer lo que toque… ya no pillo con tantas ganas el menú del día, el gel lo tomo conteniendo el aire y el trozo de pastel de choco se me queda a medio camino (una voluntaria se piensa que estoy tomando un trozo de morcilla). No hay hambre pero hay que comer. Siete minutitos, no parece que haya muchas ganas de salir, (“¡no pasa nada, no hay prisa!”), un toque al orden y retomamos el camino.


Poco más de 6Km para llegar a uno de los puntos clave de la carrera, el avituallamiento de Cercedilla, donde volveremos a pasar por boxes antes de afrontar el último cuarto de carrera. Empezamos correteando un poco, tenemos un tramo de carretera en ligero descenso que invita a despertar un poco a la piernas pero apenas hemos hecho un kilómetro y Alberto ya se queda, el grupo tira y sigue adelante, en ocasiones sabes que no puedes hacer más y tienes que dejar que cada uno atraviese ese desierto particular del que unas veces se sale y otras…
El tramo tiene una sorpresita “guapa” con una rampa de las que dan vértigo pero el trago es breve y en compañía lo hacemos sin mucha queja, Cercedilla ya está a tiro de piedra, cruzamos la carretera que sube al puerto de Navacerrada y en un abrir y cerrar de ojos estamos casi entrando al pueblo, donde nos reciben amigos y familiares de Alfonso, ¡Madre que club de fans!.
… y ¡¡por fin entramos en Cercedilla!! (65,90Km – 10h), punto de encuentro de familiares y amigos, yo entro como Marco (el del mono amelio), buscando a mi mama, pero nadie me espera, así que me dejo de sentimentalismos y me voy a por la mochila y empezar de nuevo con el ritual, aunque esta vez mucho más completo, cambiamos calcetines, zapatillas (inov8 trailrock), pantalón y camiseta… guardamos gorra y gafas y las cambiamos por frontal y buff, aunque de momento van a la mochila que aún no es hora de ir en plan minero. Me olvido de pasar por el avituallamiento viendo la pinta que tiene la paella de la organización, yo tengo mi super menú del día – gel, pastel de choco y pastillita de sal – de momento me sobra y me basta y el estómago no dice ni mu.



La media hora que pasamos reorganizándonos se me pasa bastante rápido, voy ligerito y enseguida estoy preparado, así que aprovecho para estirar un poco y atender los wasaps. Todos tenemos la entrada del polideportivo en el rabillo del ojo, esperando ver la entrada de Alberto, pero el tiempo pasa y no hay noticias, nadie lo dice, pero todos lo pensamos. Finalmente, justo cuando empezamos a despedirnos de la gente, le vemos entrar, me sorprende lo entero que está, ha decidido que su carrera termina allí. Cuando se va en grupo, se comparten alegrías, tristezas, emociones… y un abandono también provoca pena en los miembros que continúan en carrera. ¡Grande Alberto, habrá ocasión de sacarse la espinita!.



Son poco más de las siete de la tarde cuando salimos de Cercedilla, ya con la fresca y la noche a la vuelta de la esquina, pero después del parón, el cambio de ropa y zapatillas, uno sale con energías renovadas, se empieza a percibir cansancio, pero muscularmente estoy bastante fresco, la subida a las Dehesas se me hace bastante amena en compañía de Gema, cogemos un ritmo muy vivo y sin darnos cuenta dejamos atrás a Rafa y Alfonso, incluso tenemos que hacer un par de paraditas para agruparnos, otro informe de daños a media subida, el tobillo de Alfonso sigue estable, pero a Rafa ya se le ve más incómodo, así que hasta el siguiente avituallamiento vamos todos agrupados que el grupo da “cobijo” cuando las fuerzas fallan.

Puente Romano (73Km – 12h), breve avituallamiento que básicamente aprovechamos para sacar los frontales y abrigarnos un poco más, la verdad es que esperaba con cierta impaciencia este punto, aunque andábamos a buen ritmo no entraba en calor y solo pensaba en sacar el cortavientos y ajustarme bien los manguitos para quitarme el frio de encima. A estas alturas de carrera ya empiezas a descuidar el tema alimentación, porque ya no entra nada. Me como a duras penas otro trozo de pastel y el pertinente gel al limón, el isotónico ya te sale por las orejas y casi que prefieres beber solo agua, casi que voy pensando en algo caliente, rollo café o caldo y me acuerdo que en el siguiente punto (Puerto de la Fuenfria) había algo el año pasado, esa va a ser mi motivación para la siguiente horita y pico que nos queda por delante.


Al tajo con la luz en la cabeza, empezamos a andar y empiezo a sentirme incómodo, ya estaba tardando el tema, no había tenido un solo momento de mal rollo en todo el día, y fue llegar la noche y llegar todo de golpe. Creo que me quedé frio saliendo de Cercedilla y tarde en abrigarme demasiado, tenía escalofríos e incluso con lo que llevaba encima, no terminaba de entrar en calor, para colmo, empecé a sentir un dolor justo en la parte posterior de la rodilla en la corva justo donde se inserta el gemelo, no era nada intenso pero si molesto.
La hora y cuarto que tardamos en llegar al puerto, se me hizo eterna, Gema y yo íbamos a piñon, ya era noche cerrada y solo nos centrábamos en el haz de luz de nuestros frontales en el camino, era inútil mirar atrás para ver la referencia con Alfonso y Rafa, que se habían vuelto a quedar un poco rezagados, la mente solo estaba en llegar lo antes posible al Mirador de la reina, a partir de ahí, el puerto quedaba a pocos minutos.
Puerto de la Fuenfría  (81Km – 13h18m), llego bastante tocado, renegando del frio que tengo y de lo incómodo que es correr de noche, todo se me atraganta y me cuesta ver el lado positivo de las cosas, ahora ya solo queda bajar. Sello el control y busco desesperadamente al voluntario que me sirva algo caliente, paso de gel y la madre que lo pario, me sirvo un café soluble, lo sostengo con las manos intentando absorber, el calor que desprende, le pego un trago y aquello está terrible, creo que haría vomitar a una cabra (RAMBO), pero mi obsesión por calentarme hace que me beba casi la mitad de aquel brebaje, en breve, me arrepentiría de ello.
Rafa y Alfon tardan en llegar, justo cuando empezábamos a preocuparnos, aparecen de entre la pequeña hilera de lucecitas que sube por la montaña, hay que sacar el kit de supervivencia, toallitas y compeed para Rafa, la parada se nos va un poco de tiempo y mi cuerpo sigue renegando de la noche y el frio.
Ahora es cuando la mente tiene que ponerse a tirar del cuerpo, hay que buscar algo a lo que agarrarse para no hundirse en pensamientos negativos, no me faltaron argumentos el año pasado, solo queda una media maratón, y ¡encima cuesta abajo!, ahora se me hacía un mundo pensar que aún nos quedaban, como poco, 3 horas para llegar a Segovia. No me apetecía una mierda seguir con esas sensaciones, pero no quedaba otra que seguir tirando.


Encaramos la pista y nos “lanzamos” cuesta abajo trotando ya como abueletes reumáticos, en fila india, intentado no salirnos del pequeño carril libre de molestas piedras que, a estas alturas de carrera, joden bastante los pies. Apenas soy capaz de abrir la boca, voy rumiando mi pequeño infierno interior, aunque un poco más aliviado viendo que cuando troto, curiosamente disminuye el dolor del gemelo, intuyo que no será nada que me impida acabar la carrera, pero en vistas de lo que tengo en 15 días, no puedo permitirme ni el más mínimo contratiempo o lesión. Busco mi frase, donde ha quedado eso de “¡no pasa nada, no hay prisa!”, ahora ya todo es un mirar el GPS esperando que los kilómetros pasen rápido, y claro, pues cuanto más miras, menos parece que avances.

Para muestra un botón, poco más de nueve kilómetros y se nos va hora y veinte minutos, llegamos al avituallamiento del Corral de la desesperada (91Km – 15h) y el nombre, que ni al pelo, voy doblado con el cafetito del infierno y no se me pasa la tiritona, paso de gel y apenas le doy un bocado al último trozo de pastel que me queda, incluso me cuesta beber agua, voy de veras jodido y no precisamente de piernas. Miro a mis compañeros y me guardo mis penurias, aquí cada uno tiene lo suyo, creo que Gema es con diferencia la que mejor va, no ha parado de hablar durante toda la bajada y tirando de su vecino con continuos “vamos rafa, no te quedes”, sé que no era consciente de ello, pero fue mi bote salvavidas para lo poco más de 11 Kilómetros que quedaba para meta. Cinco minutos y estamos de nuevo en tinieblas.


Nos queda un punto intermedio antes de llegar a Segovia, me agarro a ese pensamiento, poco más de cinco kilómetros para una pequeña paradita, luego ya, llegamos aunque sea rodando, pero el café de la Fuenfría sigue haciendo daño, muuucho daño. No hay nada que me saque del ciclón de mal rollo que me envuelve, ni siquiera las ya bien visibles luces de Segovia que se adivinan a lo lejos. La cosa aprieta seriamente y tengo que parar en un par de ocasiones de los pinchazos que me da el estómago, pero casi es peor, creo que trotando, aunque voy jodido, todo pasa ligeramente más rápido.

Por fin se ven las luces del avituallamiento de Riofrio (97Km – 16h), una hora para cinco kilómetros cuesta abajo, apenas corremos así que los tiempo son los que son, poco importa ya a estas altura, yo solo pienso en buscar un poco de intimidad para aliviar cuanto antes las “presiones internas”, se antoja complicado con el frontal encendido, pero me medio apaño como puedo y libero toda la tensión intestinal que llevaba acumulando durante dos horas, vuelvo a la vida. He perdido la referencia de mis compañeros, me acerco de nuevo al avituallamiento y me dicen que no hace falta ni sellar el control, y que mis compañeros ya han salido, no han sido más de tres-cuatro minutos, pero dado que no había mucho que hacer aquí, han tirado pensando que yo habría hecho lo mismo. Por suerte no tengo que correr mucho para alcanzarles y ya juntos afrontamos estos “kilómetros basurilla”, en los que sabes que llegas, que está hecho, pero que tienes que correrlos.
Ya un poco más relajado, pongo la mente en standby y simplemente me dejo llevar, la mezcla de sueño y cansancio hacen que apenas recuerde este tramo con claridad, ya apenas trotamos, casi todo el rato vamos andando, a un buen ritmo eso si… volvemos a dejar atrás a Rafa y Alfon, pero regularmente echamos un vistazo para asegurarnos que siguen ahí, que no tienen problemas. 
¡Y por fin llegamos a la civilización!, primeras farolas que nos permiten apagar los frontales (el mío ya se estaba quedando seco con solo 4 horas de uso), despierto un poco del letargo que traía durante los últimos kilómetros, nos volvemos a agrupar y empieza a manifestarse ya el subidón general.



Casi son las dos de la mañana, así que las calles de Segovia son un desierto, aunque nada más entrar en el núcleo urbano, tenemos ya compañía esperando… otra vez los fans de Alfonso, que nos reciben entre risas y cachondeo y nos acompañan, ya trotando, camino del acueducto. Es un alivio volver a sentir un poco de buen rollito y aunque llevo el gemelo más jodido de lo que pensaba, me centro en disfrutar del momento y grabar de nuevo en mi mente todas esas sensaciones que te recorren el cuerpo cuando cruzas una línea de meta después de un palizón como este, obviamente no hay nada como la primera vez, pero si algo he aprendido después de hoy, es que cada ultra es un mundo y aunque pases por los mismos caminos, por los mismos senderos, las sensaciones y las vivencias, serán siempre distintas y variadas.
Cruzo la línea de meta (102,9Km – 17h33m) con mis compañeros de fatiga, miro sus caras y me acuerdo mucho del año pasado, de mi primera edición, me alegro muchísimo por ellos, sé muy bien por lo que ahora están pasando, el tremendo subidón que están experimentando, mucha gente además les espera, un mar de abrazos, besos y felicitaciones, las típicas fotos en meta y el típico desconcierto “¿ahora dónde voy?”.



Sabor agridulce en mi caso, las últimas 5 horas de carrera han sido con malas sensaciones, especialmente las 3 últimas, y eso quieras o no, no te deja un buen sabor de boca. Borrón y cuenta nueva, toda experiencia suma y enriquece y más cuando eres un auténtico novato en esto de los ultras… hay que seguir aprendiendo.
La vuelta es tediosa, primero hay que llegar y recoger las bolsas, ducharse y esperar al autobús que nos lleve de vuelta a la plaza de Castilla… creo recordar que eran más de las cinco de la mañana cuando conseguí meterme en la cama.
La post-carrera no ha podido ser más traumática, no se me ocurrió otra cosa que meterme un fabadón después de un día entero a base de “mierdas energéticas”, así que mi cuerpo entró en estado de shock y después de dos días de limpia, apenas pude comer nada prácticamente hasta una semana después de la carrera, sin duda no ha sido el mejor plan de recuperación que podía poner en práctica, aunque me ha venido de perlas para perder esos dos kilitos que no tenía forma de quitarme de encima después del verano.
Intentaré recordar esta Madrid-Segovia por esa mitad esplendida de carrera, corriendo en buena compañía y con esas buenas sensaciones, y espero haber aprendido bien la lección respecto a lo que debo y no debo hacer con la comida, durante y también después.
… y ya no hay tiempo para pensar en la siguiente, porque… ¡¡YA ESTÁ AQUÍ!!. Sábado 4 de Octubre, 7:00 AM… Ultra Trail Guara Somontano (102Km – 6000D+)… ¡¡¡ALLÁ VAMOS!!!